Nuestra comunicación no es efectiva porque escuchamos para responder, no para comprender
La reunión con los asesores externos era esperada por todos los que estábamos ahí: el empresario, varios de su colaboradores y nosotros los consejeros. Empezó la reunión y volvieron a explicarnos la misma presentación que ya nos habían hecho, para poner al corriente a algunas personas que no habían estado la ocasión anterior.
Después de esa primera parte todos esperábamos que se abriera un diálogo para construir sobre la propuesta de los asesores técnicos. El empresario inmediatamente hizo sus comentarios para iniciar el proceso y animar a los demás. Entonces uno de los externos empezó a explicar detalladamente la parte de su planteamiento a la que se refería el empresario.
Así sucedió con varias de las aportaciones del dueño y su equipo, siempre el técnico aclarando con sus explicaciones. Pronto se volvió notorio que este hombre difícilmente admitía cualquier modificación o ajuste a su proposición. Los demás partíamos de la base que juntos íbamos a cocrear los nuevos diseños, pero nos parecía que el asesor no estaba dispuesto a eso.
De pronto el líder de la empresa tomó la palabra y en un tono severo pidió más apertura para poder generar un diálogo creativo. Aclaró incluso que no se sentía escuchado y pidió flexibilidad para poder trabajar en equipo. El socio del externo, en tono conciliador, intervino para calmar las aguas y continuar de manera más participativa.
En muchas ocasiones he escuchado decir que la buena comunicación demanda claridad de expresión, presentaciones elocuentes, afirmaciones bien sustentadas en datos duros, palabras precisas para describir las cosas. Si, todo esto es importante, pero tal vez ahí no está la médula de la calidad de diálogo.
La clave está en la escucha, en sintonizarnos con el que habla, en intervenir con empatía poniéndonos en los pies del otro. Porque el diálogo lo es en realidad cuando se construye con las ideas de los demás, no cuando se debate a ver quién convence a quién.
Construir con las ideas de los demás implica callar mis discernimientos, aplacar mis deseos de contestar, y meterme al fondo de lo que el otro está diciendo para profundizar, enriquecer, matizar.
La escucha a conciencia, además de ponerme en un estado receptivo capaz de entender mejor al otro, sirve para manifestarle que lo que nos dice nos interesa. Queremos captar cómo percibe él las cosas, y para eso debemos hacer un esfuerzo enfocado y sensible.
Esta postura empática para percibir a plenitud al otro implica no solamente escuchar lo que dice, sino también lo que no dice, o lo que trata de decir, lo que expresa su lenguaje corporal, lo que podemos percibir que siente. Al mismo tiempo le expresamos que estamos captando lo que quiere expresarnos, afirmando verbalmente o con nuestros gestos, haciendo contacto visual, inclinando la cabeza.
Si en lugar de esta escucha empática lo que hacemos es distraernos, interrumpir, juzgar e imponer nuestras ideas, refutar, invalidar o desacreditar lo que el otro dice, pues así expresamos que no nos importa su opinión.
En breve volveremos a reunirnos con estos asesores externos. Todos esperamos que esta vez sí logremos establecer un diálogo de gran calidad, pues necesitamos las aportaciones de todos para construir juntos el trabajo que nos une. Claro que necesitamos todos el conocimiento de los expertos, pero estos han de adaptar con flexibilidad sus principios y modelos a cada caso, escuchando y dialogando cada tema con los miembros de la empresa hasta encontrar un resultado satisfactorio para todos.
Ahora que la innovación y la creatividad se han vuelto camino obligado para encontrar maneras originales y atractivas para diferenciarnos, el trabajo en equipo demanda aprender a pensar juntos. La idea no es solo que todos se sientan tomados en cuenta, esto puede darse o no. Lo relevante es generar decisiones mejores, cada vez más efectivas.
La escucha activa se ha convertido en una habilidad de liderazgo que detona la creatividad y la innovación. Tenemos que aprender a ponerla en práctica.
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Carlos A. Dumois es Presidente y Consultor de CEDEM.
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