LA QUERENCIA DEL EMPRESARIO

Carlos A. Dumois.


Una empresa sin un sueño compartido es una empresa sin alma. El líder de cualquier organización humana es quien debe dirigir su crecimiento, guiado por su querencia. Si él no sabe lo que quiere, el proyecto de crecimiento es hueco.

Durante nuestros proyectos con cientos de empresas en crecimiento, nos hemos encontrado innumerables veces con casos de empresarios que después de haber logrado construir exitosamente grandes negocios se cuestionan si son felices y, particularmente, si han llegado con ellos adonde querían.

¿Cuántas veces el triunfo empresarial ha sido el fracaso personal del empresario? “Ya crecí; ya triunfé; y con todo… ¡me siento insatisfecho!”. O también: “¡Ya llegué; ya cumplí mis metas! Y ahora… ¿qué?”. Además, no han faltado actitudes evasivas en algunos de esos empresarios “exitosos”. Entonces no es verdad que cualquier tipo de éxito empresarial o crecimiento empresarial haga feliz al empresario.


La verdad es que los empresarios, como toda persona, tenemos una vocación única, unos gustos e inclinaciones personalísimos; y que no podemos sentirnos satisfechos si nuestras empresas avanzan por rumbos ajenos a esas inclinaciones y a esa vocación nuestra, que abarca también a nuestra empresa, y a la que bien podemos llamar querencia del empresario. Esta vocación única o querencia personalísima, referida a la vida completa, quizá no haya sido mejor expresada que por el poeta León Felipe:

“Nadie fue ayer, ni va hoy,
ni irá mañana hacia Dios
por este mismo camino que yo voy.
Para cada hombre tiene un rayo nuevo de luz el Sol
y un camino virgen
Dios”.

Este poema de León Felipe nos invita a reflexionar en qué es lo que realmente queremos. Y no es fácil contestar esta pregunta. Tal vez equivale a preguntarnos para qué hemos sido traídos aquí, cuál es nuestra vocación. Los talentos que tenemos, los recursos que han sido puestos en nuestras manos, las oportunidades que nos han acercado son para que hagamos con ellos lo máximo posible. No puede ser que pensemos que nuestra única vocación es ganar dinero. Difícilmente nuestros colaboradores se comprometerán con nosotros, y nuestros clientes se enamorarán de nuestra empresa, y nuestros proveedores nos preferirán, si nuestra empresa no tiene un significado, si no persigue una causa.

Conviene que como empresarios nos preguntemos: ¿cuál es el problema para cuya resolución yo debo construir una empresa?, ¿cuál necesidad de la humanidad es aquella para la que mi empresa debe crecer? Cada empresa tiene que seguir un camino único; y ese camino único habrá de diseñarlo el líder de esa empresa. Nosotros como empresarios, líderes de nuestra empresa, la dotaremos de un camino único si definimos qué es lo que queremos para nosotros de ella, y qué es lo que queremos que ella llegue a ser para con los demás.

El empresario no puede ignorar su propia querencia. No podremos enfocar integralmente el crecimiento de nuestra empresa si no sabemos lo que queremos de ella; y en el fondo si no sabemos lo que queremos, lo que nos gusta, lo que nos llama. Por ejemplo, es importante precisar cuál es el alcance de nuestro compromiso con los clientes, cómo vamos a jugar el rol de dueño, qué queremos de valía en la organización… También de trascendental importancia es de qué tamaño deseamos que sea la empresa, cuál habrá de ser su ritmo de crecimiento, si queremos volar, dar grandes brincos o ir paso a paso.

Además de ser enfocado hacia el tamaño o aspecto cuantitativo y hacia la madurez o aspecto cualitativo, el crecimiento necesita ser dirigido hacia donde nosotros hayamos definido que nuestra empresa deba orientarse. La querencia es un factor esencial para definir nuestra estrategia de crecimiento.

Al precisar nuestra querencia hacemos más claro cómo enfocar nuestra estrategia de crecimiento cuantitativo, estableciendo la dimensión de empresa que queremos, y definiendo volúmenes de ventas e inversiones, número de clientes, productos, empleados, etcétera. También clarificamos cómo enfocar nuestra estrategia de crecimiento cualitativo, definiendo las metas y los caminos para lograr el liderazgo competitivo, el enfoque hacia el cliente o hacia el colaborador, el rendimiento financiero, la madurez informática, la alineación organizacional, etcétera.

Hemos ayudado a muchos dirigentes a definir adónde quieren llevar sus empresas, convirtiendo esa definición de su querencia personal en un poderoso instrumento rector de sus proyectos de crecimiento.

¿Cómo determinar las prioridades, los objetivos y las estrategias del crecimiento si no hemos precisado antes qué es lo que queremos con nuestra empresa y de nuestra empresa? La querencia es la manifestación explícita de los deseos del dueño y define sus preferencias en aspectos estratégicos fundamentales.

La querencia empresarial, aunque necesariamente refleje criterios subjetivos de los propietarios de un negocio, necesita cumplir al menos con tres condiciones para convertirse en una herramienta eficaz de gestión:

  1. Ser definida y clara, ni vaga ni titubeante.
  2. Ser realista, es decir, viable, factible.
  3. Ser congruente con las situaciones, oportunidades y recursos.

Cuando el empresario sabe usar su querencia como instrumento de Dirección del Crecimiento, logra clarificar el rumbo, matizar la misión de la organización e impulsar la motivación del equipo humano.

Sin el reconocimiento y definición de su propia querencia, el empresario estará siempre insatisfecho con su trabajo y, lo que es peor, será incapaz de motivar y encauzar debidamente el trabajo de sus colaboradores.

c_dumois@cedem.com.mx
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Carlos A. Dumois es Presidente y Consultor de CEDEM.
“Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.

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