¿De qué depende el éxito en el proceso de coaching a empresarios y directivos?
Las escuelas de coaching han proliferado en el mundo. Ahora institutos, escuelas de negocios y firmas de consultoría pregonan todos trasferir los secretos de este mágico oficio. De pronto cualquier profesional se presenta como coach experto en una gran cantidad de especialidades.
El lado oscuro de la comercialización de esta actividad, supuestamente transformadora, es que las promesas exageradas de los deshonestos o inexpertos terminan en decepción de muchos. Esto dificulta identificar quiénes son realmente capaces de ayudar a empresarios y ejecutivos.
Los coaches deben pensar a fondo sobre los alcances de su propuesta y preguntarse en serio en qué son capaces de ayudar al cliente.
Gran parte de esta labor radica en el arte de comprometer e involucrar a los clientes en sus propios procesos de aprendizaje y cambio. Este trabajo se basa en relaciones y compromisos, responsabilidades y querencias personales, más que en dar recomendaciones y hacer propuestas, que generan dependencias y distraen al cliente de la confrontación con su propia realidad.
Si el coach pretende llamarse agente de cambio, primero necesita reconocer que lo que pretende cambiar es a personas. La postura de poder hacer cambiar a otro es un negocio riesgoso. Lo que realmente se puede hacer es ayudar a la otra persona a descubrir espacios de crecimiento personal y a establecer compromisos concretos de acción.
Por eso es tan importante en estos procesos el entendimiento entre las dos personas, el coach y el cliente, y en la química que entre ellos se genere. Una vez asegurado esto, el diálogo puede aterrizar en las actitudes a mejorar, los compromisos a establecer, los modelos mentales a considerar, las visiones individuales a construir. A la hora de cambiar, todo esto cuenta más que las funciones, objetivos y responsabilidades que hay que cumplir.
Lo difícil de manejar estas relaciones personales es la necesidad de conocernos a nosotros mismos y de ser auténticos. Auténtico tanto el coach como el líder. Esto es fundamental.
Entiendo la autenticidad como el ser lo que somos, honestamente y sin máscaras. En una cultura de control y acomodos convenencieros, esta cualidad se hace difícil y tiende a desaparecer de nuestro mundo empresario; hay mucha dramatización, posicionamiento y estrategia como intento de protegernos a nosotros mismos y de controlar a las personas que nos rodean.
Como coaches, la autenticidad con el cliente se manifiesta en honestidad, respeto por sus decisiones y su estilo de gestión, claridad en los planteamientos, veracidad en la ayuda que podemos brindarle, abandono cuando ya no nos necesita, prudencia al ofrecer ayuda.
Parece que la solución del coaching radica en tener confianza y fe en si mismos, y en centrarse en la dimensión humana de la conexión con los clientes. El coach ha de aprender a clarificar, valorar y optimizar la relación con su cliente. Ésta ha de ser el catalizador, detonador y generador de los esfuerzos personales de cambio, ayudándole así para que se disponga a cambiar.
El mundo sigue evolucionando, y la incertidumbre es cada vez mayor. No cesa la presión para que el empresario se anticipe, y para que sea más rápido, visionario y proactivo.
La tarea del coach es construir una creciente capacidad de aprendizaje en su cliente, de modo que éste pueda hacer sus propias evaluaciones y contestar sus propias preguntas. El cambio sólo puede ser autoadministrado, es un asunto personal.
El reto es lograr impacto sin ejercer control. La labor del coach es ayudar genuinamente al empresario a funcionar mejor en su mundo, partiendo desde su interior, y buscando crecer integralmente.
Este trabajo se hace más difícil por el hecho de que muchos empresarios buscan la manera de que otros le resuelvan sus problemas. El coach no es niñera, su rol no es decir qué se debe hacer. Solo el empresario puede asumir la responsabilidad de cambiar.
El coaching efectivo parte del respeto a la autonomía del cliente como persona, demanda de una postura comprometida del cliente y funciona cuando ambos asumen su rol con autenticidad.
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Carlos A. Dumois es Presidente y Consultor de CEDEM.
“Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.